El pecado rompe la alianza
El pecado es una ruptura
Lo contrario al amor, a la donación de sí mismo, es el pecado. El amor une, el pecado aleja. El amor enlaza, el odio separa, rompe. Por más «íntimo» que pueda parecer un pecado, éste siempre tiene consecuencias para el prójimo, para la comunidad en la que se vive.
Aunque el pecado sea individual, éste significaba alejar a Dios de todo, (de mi vida, familia, amigos, relación sentimental o de pareja, etc.) Negar el amor, la entrega, es contradecir el plan que Él tiene para nosotros, la felicidad de cada ser humano; es alejarlo de la propia vida. Dios no se «enfada» tras el pecado, pero sí respeta la decisión de la persona de «querer estar solo», aunque se queda siempre a la puerta, esperando y llamando al reencuentro.
Preguntas para reflexionar:
- ¿Te has sentido preso o presa de una acción, habito, pensamientos o palabras?
- ¿Alguna vez has sentido que has lastimado o te han lastimado por decisiones tomadas en el pasado?
- ¿se ha roto o dañado tu relación con un ser querido a consecuencia de decisiones tomadas?
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