Los pecados tienen su origen en el corazón de cada persona. Si bien es cierto que los pecados son acciones voluntarias, también es cierto que el arrepentimiento sincero y el deseo de reconciliarnos con Dios, nos acerca cada vez más a la salvación.
Si somos incapaces de buscar a Dios, Dios viene a nosotros. Si no tenemos fuerzas para subir a Él, Él desciende a nosotros. Si nuestras esperanzas empiezan a desaparecer, entonces Él brilla como un faro en las tinieblas. Dios cumple su promesa de salvación, esta solución se llama ¡JESÚS!. Él es médico y medicina, Él es Dios con nosotros.
El único pecado que no puede ser perdonado, es el que no reconocemos. ¿Acaso has pensado alguna vez que Dios te va a rechazar?
La salvación es una obra ya realizada y consumada en Jesús, creamos en ella con el corazón, confesémosla con nuestros labios, agradezcámosla y hagámosla nuestra. Pongamos en sintonía nuestra fe y esperanza, reconozcamos que no todo está perdido, confiemos en Jesús.
Nunca es tarde para encontrar el camino, no en vano los caminantes de Emaús "sentían arder su corazón" al encontrarse y reconocer a Jesús. Los discípulos recuperaron su tranquilidad al verlo calmar la tormenta, el ciego recuperó la vista, el leproso quedó limpio, y muchos, muchos más, cambiaron su vida, después de aceptar su fragilidad y abandonarse en Él.